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domingo, 17 de julio de 2016

Cuenta atrás

Es curioso, llevo queriendo saber cuando empezaba todo desde que terminó en Murcia, queriendo saber una fecha, queriendo tachar días en el calendario y ahora que tengo el billete comprado, que sé que son 29 días es cuando pienso en todo lo que dejo aquí. Y lloro como si me fuese mañana, sin poder parar de hacerlo. 
No me creo que no vayan a haber más sábados en ca la abuela, más siestas con papa al lado durmiendo como un niño con el mando de la tele han agarrado como un dedo. No más ir a la cama de la mamá y tirarme mientras lee y que me acaricie y que enseguida llegue Javi a decirnos que quiere un hueco. No más abrazos del tío Alfredo de esos que te aprieta tanto que te corta la respiración, ni más llamadas a papá diciéndole "papaaaaaa me llevas?". No más visitas inesperadas a ca la tía Tere, ni más charretas eternas por teléfono. Ni más abrazos sin palabras de Patri con te quieros y tú puedes, ocultos. Ni tampoco más cosquillas en los pies de Javi, ni más buenas noches con besos de todos, estén donde estén de la casa. No más desayunos de Victoria, ni más cenas de Gina. Se acaban mis noches de Gran Hermano con la mamá y a veces Javi, y también las fotos con mamá haciendo tonterías. El despertar de la siesta a la abuela y las fotos con el palo en cada celebración familiar. Las vueltas y vueltas a los fideos y lo grandes que podían ser las bolsas y lo pequeños que hacíamos 5 platos de arroz. También el estar media hora con la mano levantada queriendo hablar y que todos se rían pasando de mí para que luego cuando se haga el silencio se me haya olvidado que decir. El discutir de política solo por pinchar. La mesa de los pequeños y el paso a la mesa de los mayores por falta de asistencias. El entrar a ca la abuela y que te digan en susurros "la puertaaaa!".
Los viajes a Murcia y las idas y venidas al tren, los "llego a tal hora" y los "gracias por llevarme". Las sorpresas de chocolate y las caras de resaca un domingo de ACB solo por verme de la enana. Las horas de dolor en sus dedos y los "que delicááá!". 
Los gritos de "niñaaaaa!" y ese arroz que tengo grabado a fuego que hacía todos los miércoles cuando estudiaba en Elche solo para mí. Las repetitivas preguntas de "cuando acabas la escuela?" Y las del tacatá del vecino invisible de arriba. Los detalles, todos y cada uno. 

Se le pone una pausa a mi vida, nunca un punto y final.
NUNCA un punto y final a ser Beltrá , ni tampoco nunca a ser Cantos. Porque si yo soy lo que soy es por quién me rodea, quien me ha educado desde aquel 17 de mayo del 1991 y por supuesto de quién ha sufrido y llorado por mí en silencio, que sé que tenéis nombre y apellidos.

Volveré pronto. Con más ganas que nunca de teneros cerca.

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