Páginas

lunes, 30 de noviembre de 2009

con los recuerdos en la palma de mi mano...






Primero fue la hermana Josefa, en quinto de primaria, un frío día de Diciembre. Luego fue mi abuelo, una madrugada de domingo 26 de enero de 2003. Después, cuando parecía que salíamos a flote,que no había mala suerte, que cada uno continuaba su camino por separado,pero en el fondo todos seguiríamos juntos, llegó un jueves 12 de julio y fue ella quien se marchó... Tras ella murió de cancer el amigo de mi mejor amigo...Vuelta a otro diciembre, otro frío diciembre, un miércoles 5 mi tía Ana María nos dijo adiós a sus 93 años.
Unos meses más tarde fuimos testigos de una de las mayores injusticias que he podido presenciar. El padre de una de mis amigas murió un 12 de febrero. Otro 12 en nuestras vidas en el que volvíamos a estar juntos, todos, en un mismo lugar.
Tras él,llegó Dmitri, un amigo de 17 años que se suicidó el pasado Marzo. Junio llegó más caluroso que nunca, y otra injusticia volvió. El tío de mi mejor amiga le dijo adiós, y fue la primera vez que la vi tan afectada, y por lo tanto yo estaba también jodida.
El pasado 2 de Noviembre murió de un accidente un amigo de amigos... Y los recuerdos volvieron como si nada, absolutamente todos...
Y hoy, hoy un niño de dos años y medio acaba de quedarse sin padre..

Que me expliquen a mi qué cojones pasa!

sábado, 28 de noviembre de 2009

y sigo añorando...


Hoy he vuelto a sentirme como en los viejos tiempos.
Incluso, como si nada hubiera llegado a cambiar.
He vuelto a sentirme agusto, agusto conmigo misma y con lo que me rodeaba.
Nada de incomodidades, nada de miradas asesinas ni tristes.
Te echaba de menos. A tí, y a ellos. A estar juntos,a los momentos a los que añoro, a todo...
A los abrazos,a las escapadas a la planta de arriba,a los gritos y las sonrisas...
Joder,esto es tan difícil ahora...
Te quiero, os quiero.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Descalzas por el parque...#


Viviendo,volviendo,disfrutando,olvidando,no pensando,ocultando,llorando,recordando,empezando...
Todo final es un comienzo, y supongo que eso es recíproco.
La memoria es un cúmulo de recuerdos, y qué pensáis, ¿que hay algo que se olvide?. No, creo que ni lo que quieres olvidar consigues borrarlo del todo. Es como cuando escribes con lápiz, luego, al borrarlo con el borrador siempre se queda una pequeña marca, como la huella de que te equivocaste (o hicieron que te equivocaras), como la prueba del error...
Siempre he pensado que no cometería dos veces un mismo error. Me equivoqué (lo peor de todo es que me he equivocado ya tantas veces que ni recuerdo cuando empezó todo).
Echo de menos tantas cosas ahora mismo, y querría tener tantas nuevas...
Creo que me merezco ser feliz de nuevo, disfrutar de todo y no solo un día a la semana y con alcohol y fiesta como acompañantes.
Quiero volver a sentirme como me sentía antes. ¿Alguna vez has tenido esa sensación de querer darlo todo justo al despertarte por las mañanas?
Hace ya muchos meses que no la tengo, y la echo de menos...

Es como vuelta a empezar, solo necesito tiempo, y un poco más de ayuda...
(Justo como la otra vez)

viernes, 13 de noviembre de 2009

El adiós.

Querido Héctor:

En realidad sé que nunca recibirás esta carta, tal vez jamás sea capaz de dártela.

Nuestra ruptura fue como una cuesta arriba que subir con aire en mi contra, con peso en mi espalda y dolor sobre todo mi cuerpo.

Tú no ayudaste, a pesar de ello, no te guardo rencor. Tú continuaste tu vida, que fue lo importante para ti en ese momento, y yo, yo me limité a mirar a lo lejos, a contemplar, y a cometer errores haciendo eso. Me hice daño a mí misma, incluso hice daño a los que me querían y quieren.

Guardo preciosos recuerdos de nuestra historia, incluso sigo conservando cierta camiseta que te quité, y aquella caja roja, ¿la recuerdas?

Nuestros secretos siguen en su interior, sin lograr escapatoria.

¿Sabes? No hay día que no piense qué hubiera pasado si hubiéramos continuado, si hubiéramos cumplido nuestras promesas y sobretodo, si no hubiéramos dejado que la distancia nos separara.

Pero el destino quiso que te conociera y pudiera salir del pozo negro en el que me metieron obligada, y sé que si no hubiera sido por ti, no hubiera podido salir de ahí. Tal vez por eso no te guardo rencor.

Muchas veces intenté odiarte, quise olvidar que fuiste lo mejor que tuve, y lo peor de todo es que no pude. Te quise tanto que no conseguí llegar a odiarte, ni olvidarte.

Hay gente que me dice que recordando lo malo lograré olvidarte. Nuestra historia tuvo cosas malas, muchísimas, y no creas que no las he pensado una y otra y otra vez. ¿Sabes a la única conclusión que he llegado? Que ni pensando en lo malo lograré olvidarme de todo lo que sentí por ti.

Guardo el olor de tu cuello, y lo que te encantaba que te mordiera la oreja. Conservo la imagen de tu sonrisa, el color de tus ojos y lo alborotado que estaba siempre tu pelo. Pienso cada día en la primera vez que te vi, vestido de verde, con un escudo del Barça en el centro de la camiseta de tirantes, uno pequeñito en el pecho izquierdo, y un número que me resultaba muy familiar en el derecho. Aquel día, se te fueron los ojos, como te dijeron.

Recuerdo también la primera vez que estuvimos solos. Algo tan insólito para mí.

Ahora mismo sería capaz de hacer una película con nuestra historia, con las fotos, con los sueños, las promesas, los momentos que vivimos.

Fuimos uno, es la verdad, y la verdad no hay vez que no duela, y ahora no iba a ser distinto.

Dejaste algo dentro de mi corazón, y aun que ello sea lo más estúpido que haya hecho en toda mi vida, no he conseguido sacarlo de ahí, después de tantos años.

Te recuerdo como si siguieras aquí, conmigo.

Y sigo pensando, que algún día volverás, se cumplirán las promesas, los sueños, y no habrán despedidas, ni lágrimas. Solo habrá amor. Nuestro amor.

Ahora te escribo desde el porche de mi nueva casa. Si miro al frente nuestra playa me absorbe.

Tengo una habitación con tus recuerdos, con paredes llenas de tus cartas, de las fotos, y de todo lo bueno que conseguimos crear juntos. Cuando siento que te necesito, me meto en ella, abro las ventanas, y continúo mirando el mar. Aquel mar que un día fue nuestro, aquel que fue testigo de nuestro comienzo.

Estoy sentada en una mecedora. No dejo de moverme, ni de ver el final del mar más cerca y más lejos cada vez que lo hago. Desde aquí te espero. Como prometí, yo nunca sería capaz de decirte adiós para siempre.

Siempre tuya, Paula.

jueves, 12 de noviembre de 2009

El sexto día.


Todo se ha perdido, se ha transformado. Ha dejado de ser “un problema” para ser algo que recordar.

Héctor sigue pensando que algún día nos reiremos de esto. Su vuelta me impacienta.

Ya va en el autobús con destino mis brazos, y voy a darle una sorpresa a la estación.

Esto está siendo francamente duro.

Vuelvo a estar sola en casa con mis pensamientos. Voy al baño, y “el problema” se queda en él. Lloro, y no puedo evitarlo.

El pelo me cae sobre la cara y, por un segundo, dejo de preocuparme por mi aspecto y paso mi mano por mi frente, elevándola y, siguiendo el curso de mi cabeza, me aparto el flequillo a mi paso. Suspiro a la vez que continúo llorando. Vuelvo a suspirar, y vuelvo a meter la cabeza entre los brazos en un burdo intento de esconderme de mí misma.

Ya está. En el interior del baño sólo se ve la sangre. Restos de lo que algún día iba a llegar a ser alguien por quien luchar y darlo todo. Estoy sintiéndome la persona más miserable del mundo cuando Héctor me llama.

- Solo quedan horas para que pueda apoyarme en tu cabecita, a ver si empezamos a crecer, nana –. Y se escucha una breve risa.

- Payaso, no es que yo no crezca, es que a ti te sobrealimentaron de pequeño.

-Sí, sí, claro -, breve pausa, risa prolongada -, quedamos a las diez que voy a ver a mis hermanas jugar, o mejor, vente conmigo si quieres.

He conseguido disimular mi estado de ánimo, pero no podré disimularlo delante de más de cincuenta personas, un partido de baloncesto y muchos nervios alterados.

Me ducho, me visto, me maquillo y me voy a la estación.

La espera es eterna. Por mi cabeza no pasa nada más que aquella mísera mancha roja, alojada ya en mis pensamientos.

¿Qué es lo que he hecho?

Hay mucha gente en la estación, pero ni rastro de la familia de Héctor. Llega un autobús, pero la gente que baja no es de la clase de Héctor. Llega un segundo, yo me acerco. Se han abierto las puertas, bajan algunos de sus amigos. Yo muevo la cabeza de lado a lado, elevando las puntas de mis pies, intentando esquivar cabezas y encontrar su pelo castaño alborotado y su carita de sueño, y sonreír. Logro mi objetivo. Sonrío, aun que a la vez brota una lágrima o dos. Está guapísimo, tal vez más alto, o no y me parece que estos casi siete días han sido meses. Por fin, él me ve, y sonríe. Se ha detenido en el último escalón del autobús, yo me estoy acercando, él baja, y yo suspiro mientras me abalanzo sobre él, ocultando mi cara entre su cuello, su cabeza y su hombro.

- No llores más, ya he vuelto -. Me dijo.

- Te quiero, te quiero, ¡te quiero!

- Eres una dramática, exagerada. ¿A que no ha sido para tanto?

Mi cara ha cambiado repentinamente e intento fusilarlo con la mirada mientras él ríe a carcajadas.

Me encanta tenerlo de nuevo conmigo. Tener mi brazo rodeando su cintura, poder respirar hondo y estar oliendo su aroma, y, sobretodo mirarlo, y ver su preciosa sonrisa.

- Anda, trae aquí esa maleta -. Le dije mientras le quitaba de las manos el mango de ésta.

Él se limitó a sonreír.

lunes, 9 de noviembre de 2009

El quinto día.


¿Y cómo se le dice a una madre eso?

¿Cómo se le dice “mamá has estado a punto de ser abuela”?

Lo primero que pensé cuando supe que iba a estar a punto o de ser mamá o de no serlo.

La cabeza me explota. He tirado el móvil al suelo cuando ha sonado la alarma a las siete de la mañana. ¡Quiero dormir joder! ¿Tan difícil es dormir con problemas?

Me tiro el cojín a la cara y grito, y lloro. Son las siete y cinco. Me levanto, me lavo la cara y al mirarme al espejo no me veo a mí. He dejado de ser yo, esta a la que veo no soy yo.

El día avanza en clase. Estoy callada, escribiendo todo esto. Las clases pasan rápido por primera vez en todo el curso.

¿Nunca te ha pasado que cuando te pasa algo más ves alrededor tuya algo que tenga que ver con eso?

A mí me está empezando a pasar. Lo único que veo son bebés, y embarazadas, y carritos… ¡Joder! Ojala sea tan fácil dejar de pensar… Pero no lo es. Los pensamientos me atormentan y no me dejan continuar. Lo necesito ahora y él no está. No puedo decírselo a nadie, no puedo y me duele no poder. Esto es lo más difícil que me podría pasar ahora.

Cuando te pasa algo fuerte normalmente te apoyas en las personas que quieres y te quieren, no lo guardas para ti misma. En mi caso es distinto. No tengo otra salida. Eso es lo peor de todo. Está hecho, no hay vuelta atrás. No dejo de pensarlo pero es que no puedo. Es como cuando te cuelgas a la espalda una mochila con libros de más y la mochila empieza a dar señales de rotura por bajo, solo hay una solución posible: o te paras y quitas libros de su interior o sigues y dejas que se rompa. Y mi mochila se ha roto.

Tengo demasiados libros a la espalda.