Páginas

jueves, 30 de enero de 2014

Say something.

De hace un tiempo a aquí pensaba en lo afortunada que estoy siendo, lo que he sido siempre y nunca he apreciado. Pensaba que todas estas cosas buenas que llevan pasándome casi en un año no me las merecía, pero quizás sí, quizás sí que exista el karma, o yo qué sé, la manera que tiene la vida de devolverte todo lo malo que te ha hecho pasar.
Cada vez que mi madre me escucha decir algo así siempre me dice que yo he sido privilegiada y que nunca me ha faltado de nada, y en eso tiene razón. Somos tan sumamente gilipollas que ponemos por encima las cosas malas, por minúsculas que sean, a las buenas. A pesar de ello siempre he pensado que la vida, o Dios, no fue lo suficientemente justa conmigo, que me (nos) hicieron madurar demasiado pronto.
Quizás eso fue un castigo en su día y el camino ha sido demasiado duro desde ahí. Quizás nunca llegue (lleguemos) a superarlo.
Se supera la muerte de un abuelo, de una persona mayor, de alguien que está sufriendo y ves su dolor. Se añora, pero se supera. Pero que alguien me explique cómo se supera de un día para otro, con una llamada, con una juventud y una vida totalmente sana... que alguien me lo explique porque yo aún no he llegado a lograrlo...
Costó mucho, muchísimo, levantar la cabeza después de aquello y aún se me empañan los ojos de tan siquiera escribirlo. El subconsciente no se perdona no haber tenido más y yo tampoco se lo perdono a ese en el que creí un día.
Ahora pienso en la de veces que dije y pensé que dejé de creer en Dios cuando mi abuelo murió... Ahora es hasta gracioso.
No sé si cada uno tendrá su destino, si es casual o escrito, no lo sé, creo que tampoco quiero saberlo. Crearía demasiadas preguntas de la nada y no sé si el no tener respuesta para ninguna de ellas me vendría bien. Hace poco que entendí y acepté que era su momento, que por mucho que yo con 11 años no supiera entenderlo y por mucho que quiera tenerlo aquí ahora y disfrutar de él, de la idea que aún me queda de él o que mi imaginación va creando de él, por mucho que llorase y mucho que me doliera, era su momento, lo era y habría sido egoísta querer retenerlo con vida cuando no podía disfrutar de ella.
Igual que digo esto digo que, aunque no estoy preparada y lo escribo mientras no hago más que llorar de pensarlo, creo que la cuenta atrás de la abuela se está alargando. Claro que quiero que mi abuela esté viva, pero no a ese precio, no al precio de que no me reconozca, de que vaya de una cama a un sofá, de que le cueste hablar y de que ya no viva, porque eso no es vivir.
Odiaré el día que se muera y maldeciré este día por haber escrito esto cuando lo lea después de pasar, pero es la realidad, y aunque no la quiero ahora, no puedo elegirla yo. Solo pido que no sufra y que a mí me pille cerca, que me pille cerca y no me quede un minuto del que arrepentirme de nada.



Escuchando repetidas veces Say something - A great big world.
Buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario