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martes, 15 de febrero de 2011

El cielo llora...

Aprendemos a vivir con ello, a vivir a base de echar de menos. El tiempo (y la vida) nos enseñan a llevar una mochila a la espalda, colgada de forma que nunca pueda caerse. Esa mochila es grande, y a veces pesa, pero solo cuando realmente duele lo que lleva su interior. Yo consegui visualizarla, consegui comprimir todos mis buenos recuerdos y los meti dentro de ella, para no olvidarlos nunca, para no dejarlos escapar. Pero todo lo bueno lleva algo malo pegado, aunque no sea de su mismo tamaño, aunque no lleve la misma importancia. Con todos los buenos recuerdos se colo algun que otro mal momento, alguna discusion o algun enfado tonto.

Recuerdo la sensacion de vacio en cada primer mes, recuerdo que la herida aun sangraba, que habia que cambiarse las vendas todos los dias y que una herida tan grande, llevaba tiempo, dedicacion y una cicatriz final para recordarte que no se marchara jamas. El primer mes. Ha vuelto a llegar, y he vuelto a tener cada una de las sensaciones que sabia que iba a volver a tener.
No se si es bueno o no haber pasado por esto ya. No se si es bueno porque a nadie le gusta que esto se repita, por supuesto yo soy una de las que no le gusta.
A las personas por las que pasamos por esto (y mas de una vez) nos bautizo como las ACORAZADAS.
Repletas de cicatrices, con la mochila a la espalda, e intentando levantar la cabeza lo mas alto posible para asi, poder ver nuestro cielo, para asi, poder seguir adelante.
La fuerza no es una de las cosas que contiene nuestra mochila, por desgracia la fuerza no se compra, ni se vende, ni tampoco hay dinero suficiente para pagarla. Pero por suerte, la fuerza se transmite. Y nosotros, los acorazados, tenemos un don para captarla, porque toda persona que nos rodea nos da un poquito de la suya.




...la tierra añora.

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