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martes, 19 de octubre de 2010

Y luego, desaparecí... (2008)

Fue ahí cuando me di cuenta de que no podía ser rival del tiempo con las mismas condiciones. Tirada en mi cama, mientras las lágrimas caían, haciendo cada vez más evidente la tristeza en mi interior invadida y desolada, dejando mi vida en un mundo oscuro.
No entendía nada. Miraba al cielo en plena oscuridad esperando que lo imposible ocurriese y poder dormir pensando que todo estaba bien.
Esperé, y no me canso de esperar. Tengo la sensación de que no será en vano. Esperaré hasta el último de mis días y si ese momento no llega, exhalando mi último suspiro te diré adiós por primera vez.
Dicen que el tiempo poco a poco se adueña de ti. Que termina controlándote. Dejas de sentirte vivo y sin darte cuenta, mueres espiritualmente.
Puede que sea eso lo que me ocurra o tal vez solo soy la melodramática de siempre con doble dosis de dolor.
Ha pasado mucho tiempo. En mi opinión para esto no hay tiempo que marque el fin, sino un antes y un después que es el comienzo. Tras él, tan solo el yo mismo entiende lo que ocurre. El dueño de tus pensamientos. El pañuelo de tus llantos. La fuerza asolida para continuar.
¡Son tantas las preguntas que nadie te sabe contestar!
Soy de esas personas que intenta sacarse teorías a si misma. Teorías que no me hace falta que nadie crea mientras yo pueda darles mi significado o darles un sentido que me ayude.
Cinco directas. Seis o siete indirectas. Y seguirá aumentando el número a medida que el tiempo avance y será algo contra lo que no pueda luchar.
Me volveré a sentir inservible de nuevo y esa sensación de vacío infinito aumentara en mi interior, alimentándose de desgracias y fechas en las que llorar, de momentos por recordar que intentas nunca borrar de tu memoria.
Dicen que el destino esta escrito en el momento en el que nacemos. Es como la religión. Fe absoluta en la palabra. Sin pruebas. Tan solo el creer o no creer. No se puede creer a medias ni tampoco a veces. Es una espiral que te planteas en momentos clave de tu vida.
Escribía para relajarme, ahora escribo por necesidad. Tan solo el papel no me pide explicaciones ni un porqué. Tan solo él me guarda mis secretos. Tan solo él sabe como me siento a las tres del día veintidós de agosto o como me siento los lunes por la mañana a tercera hora de clase. Tan solo él me conoce y con él no tengo miedo de mostrarme tal y como soy.
Dicen que la inspiración llega, que hay musas que la hacen llegar.
La inspiración también se busca.
Cada uno sabe dónde se siente mejor, dónde todo le sale solo, y pensando en qué o quién va a derrochar palabras a bocajarro.
Dicen que cada uno es dueño de su destino. La vida perfecta no existe.
Las imperfecciones son aquellos matices que cambian las sensaciones de un momento u otro.
Son lo que nos hace especiales para los demás, o simplemente, lo que nos hace diferentes. Cada uno lleva en si mismo un mundo por el que luchar.
Alguna razón que otro no tiene o siente. Amigos, familia... incluso un simple sueño.
No es la primera vez, ni será la última, que me miren, me abracen, y sobren las palabras.
Fue ahí cuando me di cuenta de mis razones para continuar en esto a lo que llamamos día a día.
Aquellas razones que encuentras a los dos años y te acompañan día a día durante los catorce contiguos. Aquellas, que después de todos, siguen aun más. Aquellas que te demuestran que te quieren, y no con palabras, sino con hechos. Aquellas que te prestan su hombro cuando notan que algo va mal y sin decirles nada te dicen "¿Ves? Estoy aquí, nunca te dejare sola". Aquellas que te aguantan una y otra, y otra más. Las que cuando naces comienzan a cuidarte y mimarte.
También a las que ves nacer y sientes que debes proteger. E, incluso, las que se marcharon. Aquellas que quisiste, quieres y querrás, a las que les dedicas tus triunfos y las que recuerdas con dolor. Las que, sin darte cuenta, te quitaron un poquito de corazón, para llevárselo allá donde fuesen, lejos del dolor, un poquito de vida al acabar la suya.
Las injusticias solo las vemos cuando nos afectan a nosotros mismos. A veces somos, incluso, meros espectadores de la historia.
Otras, protagonistas. Todos queremos serlo de nuestra historia. Pero es cuando nos paramos a pensar cuando nos damos cuenta de que no podemos hacer ningún cambio. Lo que pensamos, es pasado, y ya no tiene solución alguna.
Una amiga siempre me decía "Nunca te arrepientas de nada, no vale la pena arrepentirse de algo que ya no se puede cambiar".
¿Para qué sirve entonces el arrepentimiento en si?
Soy como una huella, que al andar poco a poco disminuye y carece de sentido propio.
Perdida en lo abstracto. Atrapada en mi mundo perfecto sin saber cómo o porqué y con quién y hacia dónde.
Intento descubrir mi camino pero al mirar al frente compruebo que no existe tal sendero.
Mirar atrás y que la nostalgia ataque en un burdo acto de recordar y no sentirte culpable.
No podía evitar que asaltaran los recuerdos, cada uno con información cruel.
Recordar que existió la felicidad y las sonrisas. Recordarlo todo.
De ese modo se fundían en mi mente la visión y el dolor de lo real, lo imaginado y lo recordado.
Pero todo llegó a su fin. Desapareció la felicidad, la sonrisa y todo lo bueno acabó transformándose en llantos a todo momento, en porqués sin razón…
Ya no creía en el poder de la palabra. Nunca salvaba nada.
Decidí dejar de sentir para así poder continuar.
Y tan solo mirarme al espejo, y, comprobar que, a pesar de todo, sigo siendo yo misma.
Había acabado creyendo únicamente en el tiempo.

1 comentario:

  1. Bufffffff...........No tengo palabras. Increible. Eres muy buena y vales muchisimo, supongo que mucha gente te lo habrá dicho. Siento que estes así. Lo siento en el alma. recuperaté. Besos.

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